Las artimañas infalibles para los investigados y acusados de corrupción en el aparato público han sido, hasta ahora, la ‘leguleyada’ o hacerse los enfermos e internarse de emergencia en alguna clínica.
Como representantes del cinismo está Alejandro Toledo y César Hinostroza, quienes a pesar de las evidencias de corrupción, la justicia no ha podido ponerlos donde deben estar: en la cárcel.
Pero hay otros tipos de ladinos. Aquellos que optan por la metafísica, simplemente se hacen ‘humo’, desaparecen en el espacio y el tiempo… pero también, están los prófugos ‘protegidos’ a quienes es mejor tenerlos escondidos y protegidos, incluso, por ciertas autoridades policiales que se hacen los desentenidos o burocráticos a la hora de actuar.
Bruno Pacheco, Juan Silva y el sobrinísimo del presidente Castillo, Fray Vásquez, califican en la última categoría.
Hoy cuando los aspirantes a colaborador eficaz involucran más al mandatario en una supuesta red delictiva, es cuando más difícil se hará ubicarlos y menos capturar a estos tres implicados. No es la primera vez que la justicia se hace paquidérmica cuando detrás de los acusados está el poder político.
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