Las organizaciones para que se desarrollen de manera consistente y con pendiente ascendente, deben conocerse bien. Sólo así serán capaces de soñar en grande, planteándose objetivos ambiciosos y realistas. Esa conexión con el mundo real, ese conocerse bien y al desnudo, harán de sus organizaciones, un referente en el mercado.
Las actuales circunstancias, llevan a los directivos a consolidar criterios ya existentes de dirección, y a replantear otros; como es el caso de la dirección y administración del “tiempo”. Sabemos que este recurso es escaso, por lo tanto, hay que aprender a gestionarlo y a vincularlo con la dirección de personas. Hay que persuadirlo, para no caer en el caos, en el descontrol, en la desesperación, etcétera. El criterio nos dice, “no es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.
La variable central, vinculada a los criterios de productividad, acaba siempre refiriéndose al “tiempo”. El “tiempo” debe ser nuestro aliado, nuestro amigo, nuestro socio; y para ello, hay que conocerlo y tratarlo en el quehacer diario, con criterios de orden, planificación, serenidad y amor. Las personas felices producen mucho más, las “inquietas” suelen echar la culpa a la a otros.
Un directivo decía: si tengo algo urgente por realizar se lo encargo a la persona más ocupada de mi equipo, de este modo sé que lo resolverá muy prontito. Evidentemente este directivo debe saber que la persona es la indicada, que le quitará algo de su tiempo previsto para sus propias labores, aunque acelere el paso. Eso es, dirigir con el criterio de forjar colaboradores que crean que no hay cosas imposibles…, pero sin abusos, para no maltratar “la tranquilidad” de ellos, ni faltar a la justicia en el reparto de las responsabilidades. Su objetivo, es llevar el ocio a niveles mínimos. Tienen que aprender a romper el paradigma de la satisfacción por los logros alcanzados. ¡Hay que ir a más, manejando el tiempo con equilibrio personal!
P.D.: “Saber escoger el tiempo es ahorrar tiempo”.