“Tengo miedo”. Fue lo primero que dijo, el pasado 23 de julio, el ex secretario presidencial Bruno Pacheco, al juez Manuel Chuyo, cuando le prometió entregarse y contar toda la verdad -todo lo ilegal que salpica al Gobierno- a condición de que se le garantice que no será recluido en una cárcel y que permanecerá en arresto domiciliario.
Así, con un nuevo aspirante a colaborador eficaz revelando que los “Niños” no son seis sino doce, que su fuga fue dispuesta desde Palacio y que en el Gobierno era una práctica habitual recibir coimas de hasta 20 mil dólares por los ascensos en la Policía, llegamos a un 28 de julio en que cuesta mucho encontrar razones para decir Felices Fiestas Patrias.
Luego de tantos escándalos de corrupción que apuntan hacia el jefe de Estado como presunto cabecilla de una organización criminal (según la Fiscalía), aunque él insista en defender su indefendible imagen de primer presidente en ejercicio con cinco investigaciones penales abiertas, en el ambiente rojo y blanco de estos días no se oye hablar de anuncios ni medidas para reencausar la economía, la salud, la generación de empleo; sino análisis sobre los escenarios posibles que se vienen: “más blindaje por falta de votos” “vacancia”, “no llega a setiembre”, o preguntas como “¿Qué más dirá Pacheco?” “¿Cuántos años de cárcel le tocarían al presidente?”.
Más sorpresas que la de seguir obligados a pagarle el sueldo con sus impuestos a un presidente incapaz que -gracias a la complicidad del Congreso-, se mantiene en el poder, no pueden esperar hoy los peruanos. Hemos llegado al extremo en que la mayoría de ciudadanos aplaudiría si su presidente pide perdón y renuncia en pleno 28 de julio; y, por su puesto, si el Congreso admiten que también es parte del problema. Pero como ambos bandos tienen intereses comunes, e incluso hay más “Niños” congresistas de los que se creía, el rumbo que tomará el país en el segundo semestre aún es incierto.
Sin duda el mejor homenaje a la Patria en estas circunstancias, es que los peruanos, no solo jueces, fiscales y policías no castillistas sino el verdadero pueblo, se decidan a poner fin a este vergonzoso capítulo de la historia, defendiendo sus derechos, su dignidad, su futuro, haciendo uso de los canales que la Constitución les faculta.