Luego de los saludos y felicitaciones por el Día del Maestro, conviene reflexionar sobre el reto que enfrentan los profesores en estos tiempos difíciles, al tener que asumir una titánica tarea que a pesar de ser decisiva para el futuro del país, ha sido olvidada, relegada y hasta petardeada por diversos gobiernos en las últimas décadas.
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Si ya antes de la pandemia era urgente la necesidad de elevar la calidad educativa y crear oportunidades para reducir las ingentes brechas de acceso a la educación; lo fue mucho más durante este flagelo que, debido al cierre de escuelas y otros factores, obligó a 124,533 estudiantes a dejar de asistir a clases; además el proceso educativo siguió siendo afectado por todo lo que vino después: inestabilidad política, crisis económica, crisis de institucionalidad, la llegada del Niño Costero, epidemia del dengue y ahora el Niño Global, etc.
Basta considerar este panorama incierto para tener idea del enorme reto que la situación adversa plantea al maestro, a los padres y madres de familia, a los propios alumnos; pero también al Ejecutivo, al Minedu, a los pocos congresistas defensores de la carrera magisterial, a las universidades y partidos políticos: es indispensable recuperar la calidad educativa si queremos frenar el imparable retroceso que está sufriendo la educación en el país.
Esto no sucederá si desde el Estado no se valora el trabajo y el espíritu de superación del maestro, con leyes como el nombramiento automático sin filtros. Las consecuencias del abandono estatal saltan a la vista, según una encuesta del 2021 del INEI, 22 de cada 100 jóvenes entre 17 y 18 años, no habían logrado concluir su educación secundaria.
Estas cifras son una muestra de que a pesar de los constantes tropiezos del país en su intento de alcanzar el desarrollo -causados justamente por sus bajos niveles educativos-; no hay propósito de enmienda. Así lo refleja el hecho de que un alto procentajes de la población siga careciendo de las habilidades necesarias para tener competitividad en el mercado laboral y contribuir a la productividad del país.
Más preocupante aún es que a muy pocos les importe esta dramática situación y que quienes tienen el poder para cambiar la historia estén más interesados en quedar bien con ciertos políticos y empresarios enemigos de la educación de calidad, que en salvar al país.