Únete al canal de WhatsApp de El Tiempo

Llámelo como quiera
septiembre 18, 2020
Autor: Victor Palacios

Compartir:

A las 5 de mañana, o faltando poco para que los relojes marquen esa hora, a las olas del mar sólo se les escucha, desde donde estamos, en su interminable e incansable ir y venir. Las imaginamos como las vemos a la luz del día: tocar la playa y luego regresar hacia ese insondable lugar desde donde partieron antes. Lo que impide avistarlas ahora es la oscuridad que todavía reina sobre la superficie del mar y que pronto se disolverá en una brumosa luz antes de que el nuevo día termine de clarear.

Estamos en Punta Sal y es sábado. Viendo ese amanecer desde el balcón de un segundo piso de una casa de playa no muy lejos de la orilla del mar. Alguien a esa hora aparece trotando sobre la pista de arena que circunda el borde marino. La mañana está fresca y no hay nadie más a la vista. Tampoco es verano para que ocurra lo que se ve entonces.

Aun así, la ausencia, por estas fechas, de turistas no desconsolaba tanto, como ahora, antes de la pandemia. Al menos había para el gasto, como coloquialmente suele decirse. Después de todo, acá nunca falta sol ni desaparece por completo la calidez de las aguas del mar que hay enfrente. Así estemos en invierno y a mitad de setiembre y a un pasito de que ya también venga a tocarnos las puertas, con sus flores, la dicharachera estación de la primavera.

La noche anterior de este amanecer, la incertidumbre en torno a lo que estaba pasando en el país, con aquel asunto de la vacancia de Vizcarra, nos mantuvo pegados por varias horas al televisor que teníamos delante. Ese día también habíamos terminado de leer este lacerante libro de la escritora colombiana, Piedad Bonnett: “Lo que no tiene nombre”. Hablándonos ella, en aquellas páginas, con el corazón aun sangrante en sus manos, de la muerte, en circunstancias terribles, del único hijo varón que tuvo y que se llamó Daniel.

Mientras cogíamos la verbena ese sábado para ver romper el día mirando el mar, una lancha patrullera de la Marina del Perú permanecía quieta al fondo. Salimos a caminar con los primeros rayos del sol. Tomamos la avenida por donde se ingresa a Puntal Sal y en ésta, casi en fila, hay abiertas varias bodeguitas surtidas de todo. Por la dueña de uno de esos negocios fue cómo supimos que nadie, en Punta Sal, había muerto por la pandemia hasta ahora. “No es un milagro”, nos dijo ella -Jacky Vargas-. “O llámelo como quiera”, nos repitió desafiante. “Pero aquí -agregó- ese virus no ha matado a nadie”. Y eso es bien cierto.

Más populares
[imagen_perfil_autor]
Victor Palacios
Editor web de El Tiempo y La Hora. Periodista y fundador del equipo digital del diario El Tiempo. Comunicador con experiencia en Marketing Digital, Data Analyst, SEO, Web Design, Email Marketing e Ecommerce.
[linkedin_autor]