En nuestro país, la política y la construcción de Estado han tenido sesgos de género en los que se asignó al hombre el rol principal, el de luchador, de gobernante, de legislador, de juez y de político en cuyas manos estuvo muchas veces el destino del país. Y la mujer fue relegada a la esfera del cuidado, a la vida privada de la familia y a ser guardiana de las buenas costumbres y la moral.
Con agrado he podido comprobar que el Banco Central de Reserva hace un reconocimiento a la importante labor de las mujeres peruanas en el proceso de independencia, mujeres que traspasaron las esferas del tiempo, su participación fue muchas veces invisible, y la historia se centró en grandes eventos de guerra cuyos protagonista siempre fueron hombres.
Es de gran valor reconocer que en nuestra patria la mujer peruana más allá de ser buena madre y esposa, y defensora de ética y la moral en su hogar, participó también como combatiente, auxiliadora de tropas, gestora de tertulias políticas y defensora férrea de la libertad de la que debían gozar nuestros pueblos.
Muchas de estas mujeres no eran las personas dóciles típicas de los estereotipos de género, sino personas fuertes, que participaron de labores exigentes físicamente, que mantenían el paso de la guerra, que se desplazaban las unas con los otros por el país, moviéndose lejos del hogar asociado a su rol.
En este tiempo de desesperanza la iniciativa del banco de emitir monedas reconociendo el valor histórico de la causa libertaria, en la cual participaron las mujeres peruanas, nos motiva.
Las mujeres cumplimos un rol de gran valor en el tiempo, debemos ser ejemplo de defensa de la vida, de buena crianza de nuestros hijos con calor patriótico, de lucha ante las injusticias sociales, de búsqueda de libertad ante las ataduras físicas y espirituales que siguen vigentes en nuestros días.
