¿Tomar decisiones personales, institucionales o en políticas públicas en contexto de híperinflación o de nula inflación es lo mismo? ¿Es lo mismo tomar decisiones en época de guerra o de paz? ¿En el primer o último año de gobierno? ¿bajo un gobierno civil o militar? ¿En medio o fuera de una campaña electoral? ¿Cuándo hay crecimiento o estancamiento económico? ¿En contexto de pandemia o estabilidad en la salud poblacional? ¿Da lo mismo entender a un interlocutor cuando está feliz o cuando está deprimido? ¿Si es economista, psicólogo o publicista? ¿Si es niño, adolescente, adulto o anciano?
Las cosas tienen que entenderse en el contexto debido, por lo que no tiene sentido establecer una respuesta o actitud “talla única” para cada problema que se presenta en la cotidianeidad sin tomar en cuenta cuándo, dónde, porqué y entre quiénes ocurren las cosas.
Si es así, ¿por qué no se respeta ese sentido común elemental en la vida escolar de los alumnos? ¿Por qué no se evalúa las conductas y desempeños de los alumnos en función de sus contextos particulares, lo que requiere un amplio margen de autonomía y ejercicio del criterio profesional al abordar sus temas? ¿Cuándo será el día que el ministerio de educación entienda que todos los colegios son distintos, su infraestructura y estructura de costos es distinta, sus prioridades son distintas, todos los salones de clases son distintos, todos los profesores, alumnos y padres son distintos, por lo que intentar aplicar una misma norma, reglamento, currículo por igual a todos no tiene el menor sentido, aunque sea cómodo para la administración? En realidad, es la razón principal de tanto fracaso escolar.
Dar autonomía a los colegios para decidir el camino a seguir para los asuntos de orden educativo y curricular que ocurren dentro de ellas es un paso fundamental para dignificar la educación y la profesión docente. El Minedu debería pasar de las normas, reglamentos y detalles curriculares específicos con espíritu sancionador a las normas, reglamentos y orientaciones curriculares generales, breves, claras, con espíritu de aliento a la innovación en las prácticas docentes, dando amplio margen de libertad y autonomía para que las instituciones hagan lo que es mejor para los alumnos, sin que eso sea impedido por las regulaciones que acomodan a la administración central.
Las escuelas también necesitan oxígeno.