Vamos a apartarnos, sólo por esta vez, de los temas habituales de esta columna. Para meternos en algo más cercano a lo que viene ocurriendo en el país tras la vacancia de Vizcarra y la asunción de Manuel Merino de Lama al cargo que aquél ejercía y que éste otro detenta ahora.
Íbamos a escribir sobre una cursi historia de amor, un hecho bien real que ocurrió, después de las torrenciales lluvias del 83, en Castilla, camino a Chulucanas, cuando todo era por allí arenal.
Pero dada la actual coyuntura, escribimos esta columna motivados al leer el indignado mensaje que escribiera, en su cuenta de Twitter, Patricia Paniagua. Rechazando, con palabras duras pero ciertas, la burda comparación que algunos pretendían hacer del interino mandato presidencial de su padre con este de Manuel Merino de Lama.
Nada más absurdo que una cosa así, fue lo que nos quiso decir ella. Ni siquiera se mordió la lengua ni le tembló la mano para escribir y recalcar en lo que escribía lo que, a su modo de ver, le parecía que era el escenario que se recortaba detrás de Merino. Un escenario para ella infame y “marcado por el oportunismo, la mezquindad y las componendas”.
Después de leer ese mensaje no pudimos resistirnos a la tentación de contrastar las palabras de Patricia con el puñetazo que descargó sobre el rostro del vocero de la bancada parlamentaria de Acción Popular aquel joven de lentes que vimos esa noche por la televisión. Éste le diría después a la policía que lo hizo indignado tras escuchar a dicho parlamentario hablar con la prensa sobre lo acontecido en tono arrogante.
Ambos gestos, el de Patricia y el de este muchacho, tienen, en común, el mismo sentimiento de rabia que, en estos momentos, entronca y obra como una suerte de resorte para sacar a protestar a la calle, también por lo mismo y por todo el país, a otros miles de jóvenes parecidos, en mucho, a ellos mismos y en nada a quienes, incómodos, están pidiendo, como la fujimorista Martha Chávez, doblegarlos con mano dura.
El puñetazo pinta, por un lado, esa indignación desencadenada por un Parlamento, como el que tenemos, atrozmente desubicado y de espaldas al país; y, por el otro, lo escrito por Patricia en su cuenta de Twitter, que resume y muestra, descarnadamente y en pocas palabras, las debilidades y miserias concomitantes a nuestra clase política de siempre.