Se dice que esta mágica herramienta -me refiero a la llave inglesa, que fue patentada por un herrero sueco en 1892- revolucionó el planeta permitiendo el ajuste y desajuste de tuercas, pernos y tornillos. Con el tiempo, marcó la defunción de infinidad de instrumentos parecidos y se coronó como la reina de las llaves en todo el mundo.
Pero al margen de pertenencias o propiedades intelectuales, lo relevante de este utensilio es su duración y su fácil maniobrabilidad, es por ello que resulta imprescindible para arreglos, construcciones o reconstrucciones, sobre todo si estas son con cambios. Sin embargo, la llave inglesa no funciona sola y requiere de pericia en su empleo y conservación; de lo contrario, esta efectiva herramienta se deteriorará y será necesario gastar en una nueva.
El Gobierno Peruano, con muy buena intención, acaba de firmar un nuevo convenio con Reino Unido y le ha encargado la ejecución de 120 proyectos en siete regiones -entre ellas, Piura- afectadas por El Niño del 2017, por un monto de 2.000 millones de dólares. La lista de obras es larga y muy esperada: 14 colegios, 15 hospitales, sistemas de drenaje para lluvias y obras de prevención en este primer paquete. Si bien es cierto que la experiencia peruano-inglesa en los Juegos Panamericanos nos permitió mostrar al mundo una infraestructura de calidad, esta asociación entre ambos países data de años atrás: en el 2015, ambos Estados firmaron un convenio para impulsar la ciencia y tecnología hasta por US$26 millones para investigaciones conjuntas en salud, agua y biodiversidad. Dato importante es que el Reino Unido invierte anualmente unos tres mil millones de libras en investigación, desarrollo e innovación.
Pero los piuranos ya no compramos cabras al rastro. Tres años de cojudeo fueron suficientes y así como aprendimos a distinguir al chivo de la cabra, igualmente, estamos vacunados contra los pomposos e inútiles anuncios que ofrecen miles de millones en obras que siempre terminan beneficiando, con muy buenos sueldos, a los burócratas de la ARCC.
No es necesario saber el idioma inglés para darle el uso correcto a la infraestructura que se construirá, pero es imprescindible que aprendamos el dialecto del respeto y gratitud por esta inversión que beneficiará a nuestra población. De nada nos servirá pagar por la mejor tecnología del mundo si los funcionarios públicos usan combas, alicates o yeso para el mantenimiento. Poco habremos logrado si los desagües siguen siendo los basureros de ciudadanos irresponsables.