De continuar la tensión social de estos días producto de los escándalos por presunta corrupción presidencial y especialmente si se concreta una vacancia del jefe de Estado, Martín Vizcarra, el efecto inevitable sería un peligroso clima de inestabilidad política e incertidumbre en la economía.
Expertos consultados advierten sobre lo grave que es para el país que cada mes el Congreso levante las banderas de la vacancia, afectando no solo a nuestra endeble economía que no termina de recuperarse, sino echando más leña al fuego, alimentando un nocivo clima de polarización que, según el analista Sinecio López, bien podría generar un “contragolpe con apoyo de las Fuerzas Armadas”.
Los millones de peruanos que cada día libran una dura batalla para ganarse el sustento la tienen clara: las graves imputaciones e indicios por presunta corrupción contra el primer mandatario deben investigarse, pero dentro del marco de la ley, por parte del Ministerio Público y no por un puñado de congresistas deslegitimados. Incluso si el señor Daniel Alarcón y su blindador Manuel Merino fueran ejemplos de virtudes y eficiencia, por la gobernabilidad y estabilidad política del país, lo que corresponde en estas circunstancias es que se deje al presidente terminar su gobierno. Él mismo ha pedido ser investigado, adelantando incluso las indagaciones.
Sin embargo, algunas representaciones parlamentarias y los grupos de poder a quienes representan, tienen apuro, se han empecinado en jugar irreponsablemente con el futuro del país, promoviendo vehementemente una vacancia express, sin importarles las gravísimas consecuencias del actual estado de zozobra que generan, a pocos meses de las Elecciones Generales y en medio de la actual crisis sanitaria y económica.
Según nuestra historia democrática, los gobiernos divididos (con un presidente de un partido y un Congreso de otro) siempre acaban mal. En 1914, el gobierno de Billinghurst terminó con un golpe y el beneplácito de la oligarquía; en 1948 gobernó por un lado Bustamante y el APRA por otro. Belaúnde acabó en golpe, Fujimori, en autogolpe y PPK renunció. Los congresistas con verdadera cultura democrática y los ciudadanos comprometidos con la defensa de la democracia tenemos el deber de evitar que este duro momento del país tenga un desastroso desenlace.
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