Sus pestañas llenas de tierra son lo primero que conmueve. La niña símbolo de la esperanza, un caso que dio la vuelta al mundo.
En las imágenes que han dado la vuelta al mundo, dos horas después de permanecer debajo de una pared, y animada por los socorristas que logran mantenerla con vida, y por la voz del padre (“Papá está aquí, no tengas miedo”), ella de repente mueve la cabeza y en ese instante la desolación de los escombros da paso a la esperanza de un país.
El brillo de sus pupilas quizá también ilumina a millones de agobiados por desastres, guerras y crisis en todo el mundo.
En el terremoto del lunes, que ha dejado hasta ahora más de 5 mil muertos, en su casa de la región de Jinderi, en Siria, su madre no sobrevivió. Probablemente, fue quien ese día le colocó los ganchos que le sujetan el cabello impregnado de tierra.
Cuando estudien lo ocurrido el lunes, los investigadores de próximas generaciones probablemente sigan conmoviéndose con la mirada de la niña símbolo del terremoto del 6 de febrero.
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Si hay algo que sacar a flote del ser humano es el superar el dolor y las desgracias. Y no solo se trata de la ayuda solidaria que diversos países empiezan a enviar a Siria y Turquía: los desastres -naturales y los causados por el propio ser humano- ha de unirnos para superarlos, no hay otra forma de lograrlo. Así fue con la pandemia.
Por distantes que parezcan los problemas de Siria, estos guardan similitud con los de países latinos, como Perú.
Si ellos soportan un drama que ya lleva casi 12 años, debido a una guerra civil que ha dejado medio millón de muertos y 6,6 millones de refugiados; nuestro país tiene una crisis política, protestas y represión con más de cincuenta muertos, crisis política que paraliza al país.
Además de ciudades con preocupante silencio sísmico, según el IGP, muy parecido al que antecedió a la tragedia del lunes. Tanto o más que en el otro lado del planeta, nuestras ciudades adolecen de planificación y sistemas sismorresistentes.
Siria tiene a la pequeña Nour que simboliza a la vez la resistencia y esperanza. Perú tiene al camaneño del poblado de Secocha (Arequipa) que el lunes se sobrepuso al huaico que lo arrastraba. Y no se salvó, solo sino ayudado por sus vecinos. Una prueba más de que si los peruanos dejamos de atacarnos y nos unimos, podemos vencer cualquier adversidad. No es difícil de entender.
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