Cuando un candidato llega a ser autoridad se encuentra con una serie de problemas por resolver que no sabe cómo empezar. Con el paso del tiempo, son pocos los que logran hacer una buena gestión. Uno de los principales escollos a saltar es invertir todo el dinero que reciben.
Piura es una de las regiones que más recursos está recibiendo, pero el gasto no supera el 25%. Es decir que de cada cien soles otorgados para obras, solo se invierten 25. Este año la disculpa de los jefes del pliego, alcaldes y gobernador, es que la pandemia ha paralizado una serie de obras. Eso es verdad, pero la reactivación económica empezó en julio y a octubre ya se debería estar por el 50%.
No saber invertir demuestra incapacidad de la gestión. No solo de quien está a la cabeza, sino de todo el aparato estatal. Los procesos de selección y las licitaciones se caen porque los términos de referencia no están bien elaborados o porque hay descuido en el momento de verificar si las empresas cumplen con los requisitos para acceder a una obra y ello conlleva a que la solución a las necesidades de los pueblos se sigan postergando.
En Piura, hay muchas obras paralizadas o abandonadas, sin ir muy lejos la reparación del canal Daniel Escobar, se ha dejado de lado porque la empresa no pudo cumplir con el plazo establecido para reponer la losas del acueducto.
El canal, ahora tiene una geomalla que en cualquier momento podría romperse y dejar a Piura y Sullana sin agua.
Las obras en la sierra son otro de los grandes problemas que la administración pública no puede resolver. En Ayabaca, por ejemplo, se encuentra paralizada la obra de construcción del sistema de agua potable. Son más de dos años que la población lleva esperando a que se le dote de un sistema de agua de calidad, pero, hasta hoy no es posible.
Una gestión pública es eficiente cuando resuelve los problemas de su gente, cuando sienta las bases para el desarrollo, cuando soluciona problemas, y en Piura eso está lejos de suceder.