Muchos piuranos recién se dan cuenta del grave problema que afronta la región en cuanto a salud, cuando requieren de atención médica o cuando le detectan una dolencia maligna y le dicen que debe viajar a Chiclayo o Lima, porque aquí no hay quién ni dónde atender o dar solución a su dolencia.
Allí recién empiezan los reclamos airados, luego la resignación y el éxodo en busca de cura.
Así hemos vivido por años y seguiremos padeciendo por la salud si es que ahora no nos amarramos los pantalones y exigimos con energía lo que por derecho le corresponde a Piura: un hospital de alta complejidad, tal y cual estaba incluido dentro del presupuesto del Estado y que, por la ineptitud, conveniencia o rivalidad política, se perdió hace cuatro años, cuando nos cambiaron la propuesta de asociación público-privado.
De este error y atentado a los piuranos deben dar cuenta el gobernador y los ex congresistas que lo secundaron, desechando una propuesta ya encaminada para cambiarla por financiamiento público y menos presupuesto. Perdimos soga y cabra, y lo más irónico es que quienes son culpables de esta pérdida, ahora intentan solucionarlo con fuegos artificiales.
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