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Justicia e Iglesia

septiembre 16, 2025
Autor: SEO El Tiempo

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Por Pbro. Miguel Medina Pacherre, sacerdote


En Isaías 42, 1-4, la profecía habla de un Mesías con características muy claras y concretas: (1) “Hará que la justicia llegue a las naciones”, (3) “Hará florecer la justicia en la verdad” y (4) “Implantará el derecho en las naciones”.

Soy un simple cura y en mis cuarenta años de sacerdocio he aprendido que los creyentes en el Dios de Jesucristo, laicos y clérigos en general no podemos ser ajenos al clamor de ese nuevo orden internacional querido por Dios desde antiguo: el grito mesiánico divino y grito popular por la justicia y el respeto irrestricto del derecho, “He escuchado el clamor de mi pueblo” (Ex.3,7)

Podemos discrepar en otros tópicos pero, en esto, como seguidores del Mesías, debemos tener y mostrar una unidad monolítica y sin fracturas; aquí debemos mostrar esa sinodalidad tan urgente y necesaria que muestre ante la comunidad esa Iglesia “UNA” en la que creemos y predicamos; sin embargo, al leer comunicados fragmentarios y posturas individuales, damos la impresión de cierta falta de consenso que genera sinsabores y confusión y me pregunto: ¿Dónde está la tan mentada sinodalidad, ese “caminar juntos”, ese “Ut unum sint” que recomendó Jesús?

Esa ley de amnistía decretada hace poco en el Perú atenta contra toda justicia, contra los derechos humanos y contra el estado de derecho, es un atropello y dolorosa injusticia que merece repudio y rechazo público.

La ley de Amnistía es mala ley, producto de gente de mala ley; no podemos ser cómplices de un estado que nos empuja a ignorar los derechos humanos, no podemos ser gente indiferente que con frialdad calcula el costo-beneficio personal olvidando el bien común y la justicia de Dios que predicamos; “justicia de una causa que Dios defiende”; hay tópicos en los que siempre debemos elegir el bien mayor por encima de posturas subjetivas, interesadas y subalternas.

Cuántas veces hemos denunciado la dictadura del relativismo moral, pero, en cambio, da la impresión de que, como institución, estamos dando un mensaje ambiguo: se puede estar, o a favor o en contra de dicha ley; no es posible que frente al intento de excarcelar a presos por delitos de lesa humanidad se pueda estar a favor o en contra; parece ser que hay motivaciones que no son ni de sentido común, ni bíblicas, ni canónicas, más bien se vislumbra intereses coyunturales, políticos y subalternos que pesan más que la comunión y cierta colegialidad; nos estamos acostumbrando a “comunicados” que expresan desacuerdo y eso es escandaloso; tanto se nos habla de comunión, pero aquí provoca recitar “hagan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”.

La justicia es esencial en el cristianismo y no algo opinable; San Agustín dijo, “En lo esencial, unidad”; aquí, tenemos la imperiosa obligación de hacer discernimiento en el Espíritu para buscar consenso y poder decir TODOS: “Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros”. Evitar silencios y exabruptos.

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