Sin embargo, deberían mirar el espejo del Chile de hoy, donde la izquierda extremista y moderada ha sufrido un duro revés a sus aspiraciones de andar cambiando constituciones en los países latinoamericanos enarbolando la bandera y el sueño de una América socialista.
Los 15 millones de chilenos que acudieron a las urnas, el último domingo, decidieron apoyar a la ultraderecha representado por el partido Republicano que tendrá la mayoría absoluta (34 representantes de 50 que lo integran; cuatro más de lo que necesita) en el órgano que elaborará la nueva carta magna por la que tanto insistió y llevó a plebiscito a los chilenos.
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El mensaje es claro. Los pueblos quieren cambios, pero son conscientes que no pueden entregar todo el poder a los ultraradicales que intentan imponer un sistema ideológico fracasado y el cual ha originado serios problemas económicos, de migración e inseguridad. Los problemas de Bolivia, Venezuela, Colombia y Argentina son un ejemplo que quizás los chilenos, se han dado cuenta, que no quieren replicar en su país.