Encontrar a un confeso cabecilla terrorista -quien purgó condena por el delito de terrorismo en el penal de Chiclayo-, dentro de las filas de APP, es un ejemplo de cómo los partidos políticos en el país descuidan los filtros para afiliar partidarios. Y este no es el único caso, en varios partidos hay investigados y hasta condenados por corrupción (lo más común), extorsionadores, lobistas, pervertidos, conchudos, etc., que ganan titulares en la prensa cuando salen a la luz sus andanzas.
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El caso del terrorista de Voluntad Transformadora, detenido in fraganti cuando adiestraba a escolares en el “Pensamiento Gonzalo”, en Trujillo, no solo requiere de un mea culpa pública de APP y expulsión del partido, sino una profunda reflexión de sus líderes quienes deben ser responsables y prolijos a la hora de enrolar en sus filas a nuevos partidarios.
Es cierto, la política cuesta dinero y alcanzar el poder mucho más, pero no por ello se debe enrolar a gato, perro y pericote sin antes no saber sus antecedentes y sus intenciones. Con ello solo se consigue erosionar aún más la confianza de los electores en los partidos ya desprestigiados y poner entre dichos la propia democracia.