Transitar hoy por las calles de Castilla, Piura o Veintiséis de Octubre es una tortura. Los huecos en las pistas son un peligro y los culpables de la ira de los conductores, pues no solo generan congestión, sino que afectan el sistema de suspensión y dirección de los vehículos. El polvo, la maleza y los montículos de tierra que trabajadores ediles van juntando en los bordes de las pistas complementan la insalubridad en muchas avenidas.
Ni siquiera el casco urbano de Piura se salva de la dejadez edil y de los propios comerciantes y propietarios de viviendas quienes hasta ahora mantienen sacos y arena desperdigada por veredas y pistas. Algunos han hecho escaleras en las aceras para sortear los muros de ladrillo que han construido para evitar la inundación de sus locales.
Los ambulantes y carretillas por todos lados, complementa el panorama de descuido y sordidez de nuestro emblemático casco urbano. Se entiende el temor a la inundación, pero alejado el peligro y con un río manso, no hay motivo para que los sacos estén desperdigados por pistas y veredas generando un ambiente de abandono e insalubridad de la zona más “turística” de la ciudad.