En el Perú parece que ser trabajador, emprendedor y hasta buena persona es un delito. La justicia se le “prende” y hasta la Sunat lo persigue sin descanso.

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Un ejemplo de esa injusticia que parece siempre jugar en favor de la delincuencia es la del empresario de un chifa en Lima, que dio muerte a un presunto delincuente cuando sometía a su familia (decimos presunto, porque si afirmamos lo contrario, podemos terminar en alguna fiscalía o tribunal).

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El hecho es que a este empresario que, según videos y opinión de juristas, actuó en defensa propia, tiene ahora que bregar para que la Fiscalía y la Policía lo dejen en paz y archiven el caso. Lo ha pedido en mil idiomas, pero igual debe seguir investigado y pudo seguir preso si es que no hubiera habido presión pública para su libertad. 

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Lamentablemente, es el hampón quien siempre tiene ventajas. A muchos rankeados asaltantes se les halla armas, droga y croquis de dónde van a dar el un golpe, pero aún así quedan libres.

Igual pasa con los policías que abaten a delincuentes, pero no se preocupan por los cientos de fallecidos víctimas del sicariato o que son asaltados y golpeados en las calles. Para ellos la justicia sigue ciega.