Quien pierde su celular a causa de la delincuencia, pierde una valiosa herramienta e información apreciada para su dueño, además de la inversión en su equipo. Quien es extorsionado, cogoteado o asaltado en su negocio o en la calle tras salir de un banco, pierde un apreciado capital para su hogar o para su emprendimiento, lo cual repercutirá en el desarrollo de su negocio.
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Si bien cada ciudadano sufre con la desbocada delincuencia, la repercusión del crimen organizado va mucho más allá. El ministro del Interior reconoce que la delincuencia le cuesta al país el 3 % del PBI. En regiones como la nuestra, además, ahuyenta el turismo, al inversionista y repercute en la calidad de obras públicas, pues todas las empresas con proyectos en ejecución paga extorsión.
El problema para los economistas es complejo y no solo falta de policías. Si la inversión privada y pública se contrae como sucede hoy, habrá menos puestos de trabajo e informalidad, y esta llevará a muchos a cometer actos delictivos. Combatir la inseguridad, por tanto, requiere de un plan estratégico complejo que debe empezar por incentivar la inversión que es la que genera trabajo formal.