La región Piura pasa por uno de los peores momentos de su historia. Los cientos de víctimas y las cifras de infectados son una muestra de esa realidad que intentan maquillar desde el Gobierno Regional cada vez que llega una visita de Lima.
Tampoco estamos bien en la ejecución del presupuesto para la emergencia, porque ni siquiera las autoridades que se sentían autosuficientes han podido gastar el 30% del mismo.
Es decir, hay plata, pero no saben cómo gastarla (¿tal vez desviarla?). No se ha podido controlar el desabastecimiento y la especulación de medicamentos y oxígeno, menos buscar la manera de atender y salvar la vida a las decenas de pacientes que mendigan una atención en los centros médicos habilitados de “emergencia”; o parar la masacre que hacen al bolsillo algunas clínicas locales.
Eso lo saben los médicos, lo ven los sacerdotes y lo viven en carne propia las familias afectadas por el virus. Ello justifica campañas como la emprendida por el párroco de San Martín, Martín Chero, para pedir al presidente Vizcarra que no deje morir a más piuranos, pues por aquí la ineptitud –parece-, nos está matando lentamente.