Si algo nos une como nación, más que el ceviche o el fútbol, es la devoción casi religiosa por el ocio. Somos el país con más días libres de América Latina: 30 días de vacaciones y 16 feriados remunerados.
Un total de 46 días al año oficialmente dedicados a la noble tarea de “no producir”.
En efecto, parece que al fin el Perú se ganó a punta de bostezos, letargo y bullanguera jarana un distinguido reconocimiento mundial estilo Oscar, Record Guinness o la Champeon Leage. Pero NO en educación, ni en competitividad, ni en productividad, sino en lo que mejor sabemos hacer: no trabajar. Según la Sociedad Nacional de Industrias, solo los cuatro feriados adicionales de julio —fina cortesia de nuestros patrióticos y populacheros congresistas otorgados desde el 2022— han provocado pérdidas nada despreciables por el orden de S/ 6,000 millones a la economía del país. Las cifras y las estadísticas son claras, contundentes y una bofetada a la chamba, pues detener la producción, cerrar comercios y apagar las máquinas parece que no es la receta ideal para el crecimiento económico a la que todos aspiramos. Pero, ¿qué son unos miles de millones frente a la noble causa de “descansar, comer, beber, bailar y bostezar”?
Estos infaustos datos los ratifica el Banco Central de Reserva (BCR) que calcula que cada feriado nos quita 0,04 puntos porcentuales del PBI. Con cuatro días extra, perdemos 0,16 %. Ínfima cifra para quien no alcanza a comprender en su adormilada mente, la magnitud de los números. A esto, según expertos en economía como Gonzalo Llosa, profesor e investigador en la Universidad del Pacífico, habría aún que sumarle el efecto dominó como son las cadenas de producción interrumpidas, exportaciones atrasadas y empresas pagando doble jornal por producir a medias o nada. Incluso alcanzan a las pequeñas empresas que dan servicios de alimentos, transportes, limpieza, seguridad, etc.
Esos efectos indirectos afectan incluso a los pacientes y enfermos del país que pierden la vida y la salud porque nadie quiere trabajar ni abrir consultorios, sin considerar que en días festivos se incrementa el número de accidentes, heridos en grescas y crímenes a causa de la ingesta desmedida de alcohol. Mirándolo desde esta óptica, seguir creando feriados es como ponerle piedras al carro del desarrollo del país y luego quejarse de que no avanza.
Es más, con todo el dinero que se pierde, según los entes control económico, se podría construir hospitales, carreteras o colegios… pero tranquilos, eso a pocos le intersa, en especial a los “Padrastros de la Patria”, pues mientras tengamos más selfies en la playa, más polladas o más horas viendo series de Neflix, los peruanos seremos muy “felices”.
Perspectiva diferentes tienen los países vecinos que compiten con nosotros. Por esos lares los competidores del comercio internacional, agroexportadores o productores de matería prima, mineral, etc. ajustan sus calendarios para ser más competitivos y entregar a tiempo la mercadería; nosotros, por el contrario, preferimos explicarles a nuestros clientes extranjeros que “lo sentimos, era feriado por el Día de la Papa, el Pisco o del Héroe local desconocido”. Seguramente entenderán. Mientras tanto, en nuestro denigrado Congreso, la excusa para seguir aprobando feriados por parte de los festivos y demagogos congresistas, seguirá siendo la misma: “activar el turismo interno”, cuando el único movimiento real es el de las bodegas que venden más cerveza, la proliferación de polladas callejeras “pro bolsillo” o las jaranas de callejón con bastante “chela delivery” que luego terminan en batallas campales, cuando no en crímenes, robos y hasta violaciones.
Cascabel al gato
Aquí el gran reto de los próximos padres de la patria y del propio gobierno para ponerle el cascabel al gato: revisar el calendario con criterio económico, no político. Se debe proponer, como lo hacen otros países vecinos, feriados móviles o flexibles para no frenar todo el país a la vez. Igualmente, comopensar horas pérdidas con turnos adicionales o usar los feriados para realmente promover el turismo interno, no la sieta, la borrachera y el consumo despiadado de series de televisión.
No estamos en contra del descanso ni de celebrar nuestra identidad; sin embargo, la proliferación de días no laborables remunerados erosiona la capacidad de nuestra economía para crecer, competir y educar. Las pérdidas millonarias de la SNI y las estimaciones del BCRP no pueden seguir siendo ignoradas. Leer las alertas del sector productivo y económico es una obligación y exige respuestas. Es urgente diseñar un modelo más estratégico que armonice bienestar social y eficiencia económica, evitando que el descanso de hoy sea las deudas de mañana.n











