Por: Johan Fiestas Chunga / Estudiante de Comunicación y Medios Digitales (UPAO)
El papa ha muerto y el cardinal Lawrence pronuncia un discurso humano. «Hay que pedir que Dios nos otorgue un papa que dude, que peque, que pida disculpas y logre continuar», exclama.
Los candidatos al papado están petrificados. Por un segundo, su fe es la misma. Se miran entre ellos simulando la impresión de los apóstoles cuando Jesús les revela que la traición está entre ellos.
Aquella escena es parte del film Cónclave que retrata el secretismo sobre la elección del sumo pontífice. Actualmente, las festividades religiosas crean felicidad comunitaria y la idea de cambiar el mundo mediante la fe. Pero este ejercicio debe estacionarnos a las realidades que necesitan estas acciones.
«Cuando no hay testimonio, la Iglesia se oxida porque se transforma en un club de gente buena que cumple sus cosas religiosas, pero le falta el coraje de salir a las periferias ¿Querés saber lo que es la injustica social? Andá a las periferias. No solo hablo de pobreza, sino periferias existenciales», afirmó el papa Francisco.
En setiembre y octubre, Piura viste una túnica blanca y morada. Paita y Ayabaca —de religión ventruda— son portones de miles de feligreses que veneran a la Virgen de las Mercedes y el Señor Cautivo de Ayabaca, respectivamente.
Tras diez años, la Mechita se encumbra en la basílica del puerto paiteño. En 1741, el pirata George Anson la saqueó y quiso decapitarla. Durante la travesía, una tormenta desató el miedo entre los corsarios y lanzaron la figura al mar.
Los pescadores de la época encontraron a la virgen y la repusieron en su templo. Aquel astuto ladrón sintió miedo de algún castigo divino y decidió desistir de su “trofeo de guerra”. «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?», sentencia el evangelio de San Mateo 14:31.
Por otra parte, el Cristo Norteño simboliza cuando Jesús es presentado a la población por Poncio Pilato. En un primer encuentro, el gobernador romano no encontró motivos para sentenciarlo. En una segunda oportunidad, siente la presión del pueblo, duda, se lava las manos y dicta la crucifixión.
En 1783, el arzobispado de Trujillo declara su veneración como una festividad de arrieros indígenas que construyen esta ruta y logran ponderarla en la región. El sacerdote Pablo Correa fue un pionero de su difusión.
¿Qué tienen en común dichas imágenes? Un nivel de identificación con los más vulnerables. Atienden a los más pobres y son sinónimo de “desahogo colectivo” como afirma la historiadora Ruth Rosas en su libro Historia y Cultura de Piura.
Cuentan los devotos que la Mechita adquiere una inmensa fuerza cuando se ha querido posicionarla en otra ciudad que no sea Paita. Así mismo, los arrieros veían en el Cautivito una forma de agradecimiento por buenas jornadas comerciales y un estandarte de resistencia frente a tratos discriminatorios.
Considero que el mayor ejemplo de estas expresiones es la formación de los peregrinos. Las hermandades recorren periferias, los caminos son una intensidad reptante que clama una fe que traspasa las lunas de catedrales católicas.
Somos cautivos de esa fe que se quiebra y luego camina con una luz inmortal. No estamos excluidos de esa duda que se convierte en resiliencia. También somos peregrinos en ese andar y continuar de la existencia. Forjemos una fe que dude y logre continuar.
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