Por estos días de apremios económicos y susto por el Covid-19, se ha desatado una nueva pandemia: la de la estafa y el robo disfrazado de legalidad como la venta de terrenos y viviendas por parte de “prestigiosas” inmobiliarias.
Otros van tras los datos y claves de las tarjetas de crédito o débito haciendo creer que son funcionarios bancarios con libretos casi creíbles con el fin de apropiarse de tu dinero.
En fin, son una y mil modalidades que están llenando de denuncias las comisarías, pero son pocos los delincuentes que han logrado ser detenidos, mientras las víctimas suman por montones, desde inocentes pagos por deudas atrasadas en alguna empresa de telefonía hasta el vaciado de cuentas bancarias y la supuesta “oferta” del terreno o módulo propio.
La delincuencia es parte de la vida en sociedad que no debería existir, pero existe y se alimenta de la inocencia y confianza de las personas, pero también de su codicia. La era cibernética y las redes sociales han alentando a los delincuentes a ser más osados y, sobre todo, a conseguir más víctimas. Hoy no vale dormirse ni ser demasiado confiando. Está advertido.