Estamos lejos de haberle ganado la batalla al Covid-19, muestra de ello son los rápidos repuntes epidémicos descontrolados en países que aparentemente habían aplanado la curva de contagiados y fallecidos.
El principal detonante fue la deficiente comunicación oficial de los gobiernos sobre el levantamiento de la cuarentena; para la percepción del ciudadano significó haberle ganado la batalla al virus y por lo tanto el relajamiento de las medidas de seguridad durante el desplazamiento y la interacción humana.
Se ha observado que la “nueva normalidad”, en vez de formar ciudadanos con responsabilidad social, está acentuando con mayor ferocidad el piloto automático y el irrespeto a las reglas de convivencia.
Era de esperarse esta situación en una sociedad dividida como la peruana, donde se vive una anarquía permanentemente regulada por el individualismo y el escaso sentido de justicia colectivo para el bienestar del otro.
Si la ciudadanía no acata voluntariamente el cumplimiento de la normativa actual, ¿qué podemos hacer a corto plazo para el aplanamiento del virus?,¿reforzar la vigilancia con medidas de represión ciudadana? No, porque eso lo único que provocaría es mayor resistencia a la autoridad y riesgos de contagio. En mi opinión se podría trabajar con el “story telling” y el “roll playing” masivo como medida de obediencia a los protocolos deseguridad.
¿Qué tal si el gobierno en uno de sus comunicados oficiales dramatiza y escenifica por medio de la realidad virtual aumentada las consecuencias trágicas del Covid en la salud familiar de cada hogar peruano? Si sientes en carne propia el dolor de la muerte es probable que desarrolles la empatía para con la salud del otro.
Soy de la opinión que las personas no cambian su comportamiento con el diálogo si no con experiencias palpables que ponen de manifiesto el peligro de su supervivencia. En este contexto, esta tecnología tiene la capacidad de tocarte la fibra emocional a través de experiencias ilusorias que parecen realidad y que por lo tanto podrían ayudar a la ciudadanía a cambiar sus hábitos.
En tal sentido, antes de tomar la decisión del “jueves de patas”, piensa, siente y actúa desde la posición del sufrimiento ajeno como si fuera el tuyo propio.