Nos encontramos en la recta final de la campaña electoral y surgen noticias -“rumores” dirán los aludidos- que nos avisan de que en Piura, a pesar de los muertos, a pesar de la cantidad de enfermos que necesitan de dicho elemento, el oxígeno no solo es regalado a otras regiones, sino que se usa para comprar votos. La vida a cambio de un sufragio. ¿Es posible que hayamos caído tan bajo como colectividad, con autoridades que, al parecer, impulsan candidaturas ofreciendo aquel insumo faltante en los hogares y centros médicos?
Queremos que el gobernador Servando García -a quien hemos intentado contactar ayer- nos diga dónde están esos 2.429 balones de oxígeno que faltan en el inventario de la planta de producción de Sullana. Solo 566 han sido repartidos. ¿Los demás los tienen aquellas familias que han prometido votar por algún pariente privilegiado de alguna autoridad del GORE Piura? ¿Los tendrán en algún local de campaña? ¿Dónde están, señor gobernador? La ciudadanía merece respuestas claras.
La política debe ser intercambio, debate, ofrecimientos realistas, propuestas constructivas, convocatoria. También conflicto, pues la corrupción y los errores del pasado no pueden ser tolerados. Pero en modo alguno puede ser un chantaje, una dádiva, una manilla de plátanos, un táper con tallarines, dinero u oxígeno. No se puede condicionar la vida humana por un voto. Si eso no lo tenemos claro, entonces hemos fracasado como democracia y como sociedad, y la celebración de nuestros 200 años de vida independiente será una paródica alabanza a nuestro civismo de alquiler -una enfermedad que, a falta de esclarecimiento político, tampoco nos duele-.
Es necesario que las autoridades investiguen este caso, que el gobernador dé una respuesta categórica, que los responsables del proceso electoral pongan orden, que el principal aludido se defienda… pero, sobre todo, es necesario que la ciudadanía, nuestra golpeada y desengañada ciudadanía, más allá de si este tráfico de oxígeno es real o no, aprenda que su voto no es canjeable y que la política no se hace con dádivas ni llaveritos o coloridos almanaques, sino con auténticos planes de desarrollo para esta región y este país.