Conscientes de cuán difíciles son los momentos que vivimos debido a una de las peores crisis de nuestra historia, más de 25 millones de peruanos vamos hoy a las urnas. Los piuranos, golpeados como muchos compatriotas por las cifras en alza de infectados y muertos, pero particularmente dolidos en las últimas horas por la súbita y cuestionable muerte de más de una decena de pacientes sin oxígeno en un hospital talareño, acudimos hoy a cumplir con el Perú, confiados en nuestra capacidad de sobreponernos a las adversidades.

Advertidos también de los cuidados sanitarios, cambio de locales y horarios escalonados que estas elecciones en pandemia nos exigen, participemos de esta atípica jornada electoral, con fe en que elegir libre y responsablemente a un nuevo presidente o presidenta y 130 representantes ante el Congreso, es la única manera de salvar la democracia.

Cumplamos nuestro deber cívico seguros de que nunca como en los actuales momentos fue tan importante ejercer nuestro deber cívico. No olvidemos que en las últimas décadas nuestro sistema democrático a pesar de ser precario y a la traición de muchos corruptos, nos hizo avanzar y brillar como una de las economías más prósperas del continente, reducimos la pobreza y el mundo nos respeta como país democrático.

Independientemente de cuán altos sean los picos que alcance el coronavirus y de lo difícil que resulte dar vuelta a la página, cualquier sacrificio por salvaguardar la estabilidad democrática, como renunciar a un irresponsable voto blanco o viciado y optar por uno libre e informado, habrá valido la pena si queremos allanar el camino hacia un nuevo capítulo de recuperación economía, ojalá con la pandemia controlada, para los próximos cinco años.

Siempre habrá quienes digan que en el país se vota más por simpatías o antipatías que por planes de gobierno. Pero si bien es verdad que en anteriores elecciones y en esta en particular el escenario no ha sido el ideal, también es cierto que en momentos turbulentos cada vez más peruanos, particularmente las nuevas generaciones, se han interesado en política y en aportar soluciones, como lo demuestran las marchas de noviembre 2020, cuando los llamados jóvenes del Bicentenario rescataron la democracia.

¿Por qué no esperar que hoy este grupo cada vez más numeroso y crítico de los errores de la vieja política, sumado a los indecisos, den al país una nueva sorpresa?