Procuren imaginar la diferencia en los aprendizajes de los alumnos entre quienes tienen un profesor que les da una paleta de colores para memorizar las 12 combinaciones (como las del circuito cromático adjunto) y un segundo profesor que les da 3 frascos de temperas (rojo, azul y amarillo) y les pide que intenten colorear un modelo ya pintado usando los colores primarios disponibles.
En el primer, caso se trata de memorizar las combinaciones y su orden dados por el profesor, que cuando evalúe a los alumnos en un examen convencional, les pedirá evocar algunos aspectos de esa paleta. El alumno difícilmente podrá explicar cómo y por qué se gestan esos colores y mucho menos deducir, a partir de un color desconocido, cuáles son sus posibles componentes primarios.
En este caso el profesor espera de los alumnos un aprendizaje individual, pero del mismo contenido para todos, porque cada uno tendrá que evocar su recuerdo particular para contestar las preguntas del profesor.
En el segundo caso, el alumno que manipula los colores primarios y quizá produzca unas 6 combinaciones que coincidan con esa paleta, pero seguramente “inventará” otras 10 más que surjan de hacer combinaciones diversas hasta alcanzar el color deseado. Además, podrá deducir qué colores primarios o secundarios dieron origen a cierto color, porque habrá construido el conocimiento de cómo se gestan los colores y no tendrá que apelar a la memoria. Por lo tanto, podrá transferir el proceso de cómo se compone o descompone un color a la situación que quiera en el momento que lo requiera.
En este caso además el aprendizaje individual se potencia interactuando en grupo, porque les permite a los alumnos confrontar criterios, enriquecer sus concepciones y combinaciones e ir testeando sus hipótesis sobre cada color que van explorando.
El primer enfoque es más rápido y “estándar”, pero rígido y efímero. Es igual para todos.
El segundo es más lento y diverso, pero muy elástico y permanente en el tiempo. Se construye de modo colaborativo, pero produce un aprendizaje personalizado, único para cada alumno.
A la hora de transferir lo aprendido los alumnos del segundo profesor podrán representar las imágenes que tengan en mente explorando colores y formas, o a la inversa, a la hora de observar los colores usados por otros podrán entender cómo estos fueron compuestos y qué emociones representan.
La escuela tradicional apuesta por lo primero, por un aprendizaje que parte de lo que el profesor enseña para que el alumno lo aprenda. La socioconstructivista progresista apuesta por lo segundo, por un aprendizaje que coloca a la persona al centro, como protagonista insustituible de la construcción de una perspectiva propia del mundo y su funcionamiento.