La pandemia de la Covid-19 no solo ha recluido en sus casas a la población sino que les ha quitado por ahora el derecho de escuchar y conocer de cerca, en vivo y directo, a los candidatos que postulan al Congreso. No habrá mítines ni tampoco reuniones partidarias; esta campaña es atípica y parece que muchos irán a las urnas sin saber quiénes participan y por tanto sin saber por quién votar.
Pero lo que más extraña de esta campaña son los debates políticos. En tiempo de redes sociales, los encargados de la campaña solo bombardean con “sublimes” fotos y vídeos al electorado, pero no hay opción para cuestionar o refutar algunas de sus propuestas populistas. La interacción se ha vuelto fría y casi unidireccional porque hasta los comentarios críticos son borrados por conveniencia.
Lo que sí sigue vigente son los ataques y denuncias, pero poco se toca las propuestas de gobierno, sobre todo en los candidatos presidenciales, cuya campaña está rodeada del escándalo, las investigaciones y los juicios pendientes. ¿El plan de gobierno? Nada. Esta campaña es todo un reto para el electorado que debe decidir el futuro del país casi a tientas el próximo 11 de abril.