Todo comunicador debe ser buena persona y muy profesional; son nobles, sinceros, alegres y audaces, porque la verdad no se somete a caprichos de unos pocos. Muy humanos, llenos de debilidades y fallas, como usted y como yo. Muy humildes para navegar sobre sus debilidades.
Dan la cara en todo momento, siendo el tiempo favorable, o viviendo en tiempos de crisis. Son maestros del diálogo, con una apertura de mente para escuchar y trabajar en equipo. Soluciones prácticas e innovadoras a problemas reales son sus objetivos. Son los líderes que transforman con serena armonía. Para ellos, lo mejor está por venir.
Si la cabeza les enseña a callar y el corazón les enseña hablar, podrán conectar con los demás de una manera efectiva, afectiva y muy empática.
Le recomiendo que reflexione en estos siete puntos neurálgicos si quiere inspirar a la gente a lograr cosas grandes: a) aprenda a ser usted mismo, pero mejore; sea original y no una simple fotocopia; b) sea ejemplo de misión y de valores; trabaje su mejor versión para los demás; c) haga del entusiasmo, la confianza y el compromiso unas metas estratégicas; d) comprenda más y comunique menos; e) escuche mejor y aprenda a hacer las preguntas correctas; f) tome conciencia de los mensajes no verbales que usted envía; y, por último, g) cuide su reputación y esmérese por comunicar siempre mejor.
Además, los buenos comunicadores utilizan el futuro para impulsar el presente. Saben dónde quieren estar en una determinada escala de tiempo, aun si no saben exactamente cómo llegar hasta ahí. Su actitud es la respuesta más eficaz ante los acontecimientos y nunca intentan complacer, sino ayudar estableciendo conexiones proactivas.
No olviden que sus acciones valen más que mil palabras. Y si quieren comprender y ser comprendidos, esculpido está que ser líder significa verse, actuar, caminar y hablar como un líder. Muchas veces a los líderes se les olvida que están en una pecera y que son observados todo el tiempo. Sean visibles, humanos, directos y optimistas.