Cuando ya los fujimoristas se alistaban a celebrar la libertad del expresidente Alberto Fujimori, agrupados en las puertas del penal de Barbadillo, el juez Fernando Fernández Tapia, les pinchó el globo y apagó la esperanzas de ver libre al líder histórico del fujimorismo, al declarar ayer improcedente la ejecución de la resolución del TC que ordenaba su libertad.
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Más allá del ámbito de las mil y una “interpretaciones legales” que dan los expertos juristas de la izquierda, utilizar el deseo de libertad de un anciano de 85 años para hacer una cortina de humo en torno al escándalo de la Fiscalía -como presumen analistas políticos-, resulta perverso e inhumano. Y no es la primera vez que se utiliza al exmandatario para llamar la atención a costa de una libertad que ni siquiera por humanidad están dispuestos a dar los caviares.
El expremier Francisco Tudela afirma que la izquierda jamás le perdonará a Fujimori el desmantelamiento del Estado de Juan Velasco Alvarado, que era la “niña de sus ojos” de los zurdos, sobre el cual se agrupó todas las izquierdas con intención de formalizar su partido Sinamos. Esa sería la raíz del odio de los caviares que hoy juegan a la tortura con Fujimori.