En reciente visita del presidente Francisco Sagasti, lo escuchamos declarar que en Piura tenemos el doble embate de los desastres naturales y la lentitud con la que se han avanzado los procesos de reconstrucción. Se refirió a que lo ocurrido no es un desastre natural, sino un desastre humano, un evento natural que se convierte en desastre por la inacción de nosotros los seres humanos. Si sabemos que vienen estos eventos, debemos estar preparados.
En este sentido, quizás las muertes que hoy suman más de 36 mil peruanos y más de 2,700 piuranos como consecuencia de la pandemia, hubieran sido menores si nuestro sistema de salud pública no hubiera sido tan precario, si en tantos años de bonanza macroeconómica, que nos ubicaba como el milagro latinoamericano, se hubiera invertido en hospitales estratégicos de alta y mediana complejidad, en salas UCI, en equipamiento, en postas médicas, en educación preventiva.
¿Por qué tantos gobiernos nacionales han preferido engrosar la caja fiscal y no invertir en sectores prioritarios como salud, educación, vivienda, agua y saneamiento, infraestructura? Recogiendo una frase del economista Marthans, “el crecimiento económico no garantiza el desarrollo económico”, y es lo que nos pasa, también porque el sector público tiene muchas deficiencias en la ejecución del gasto público, en burocracia y centralismo.
En las últimas dos décadas, gobierno tras gobierno, vemos cómo se ha venido acentuando la corrupción e impunidad; son años de frustraciones, de pobreza y desigualdad. La corrupción genera esta debacle institucional que vivimos y sigue siendo ese enemigo letal que arrebata el desarrollo y futuro de muchos peruanos. No se lamenten pues nuestros gobernantes y autoridades del hartazgo y rechazo político, ni del peligroso ambiente de convulsión social.
Sin embargo, como remarcó también el mandatario, en este momento es importante el trabajo conjunto, entre los esfuerzos que hace el gobierno, que hace la Reconstrucción con Cambios, el Ejecutivo y que hacen (o deberían hacer) los gobiernos regionales y locales, porque sólo poniendo el hombro todos podremos lograr al ideal de desarrollo para Piura y el Perú. En nuestra región el contrato de gobierno a gobierno puede ayudar mucho, está previsto que minimice retrasos y corrupción, es una oportunidad que debemos aprovechar.
Próximos a cumplir nuestro Bicentenario, tenemos retos estructurales importantes y agendas de desarrollo pendientes. ¡Basta de dádivas! Necesitamos inversión pública y privada que revierta en desarrollo económico y social, que genere oportunidades para los jóvenes de nuestra valerosa Generación del Bicentenario. Rescato una frase del historiador Basadre: “Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad”.