Sin duda, desde hace algunas décadas, el mundo infantil y juvenil atraviesa por una dura realidad, enmarcada en una profunda crisis familiar que ha descuidado el cultivo de principios y valores tan necesarios para logra el crecimiento en personalidad e identidad.
En muchos caso los padres han dejado de ser los principales referentes de educación en la familia. Los jóvenes e incluso los adultos hemos quedado supeditados a la fascinación por falsos dioses: el poder, la carrera armamentista, la tecnología mal usada, consumo de drogas.
Estos dioses convertidos en los emperadores de la conducta juvenil han alejado a la sociedad actual del compromiso por la patria, se abandona a diario la identidad con la cultura e historia de nuestros pueblos; se divide la mente humana entre el estrictamente placentero y la filosofía de la dejadez donde nada tiene ya importancia.
La cultura de la nada invade al mundo de hoy, de ahí la importancia de volver al cultivo de valores como el compromiso hacer de nuestros hijos hombres de bien.
Esta es una responsabilidad debe ser asumida en el cumplimento de sus tareas, por los padres y maestros, para sacar adelante a los futuros ciudadanos de este mundo. Hablamos de una sociedad alicaída, por la invasión de seres ficticios que invaden la mente de los niños, inculcando apasionamiento por lo que no tiene valor, relación de dependencia con lo que contamina nuestra mente.
Ojalá que este tiempo de confinamiento sea propicio para volver a las lecturas que nos apasionan, sobre la vida de grandes personajes de la historia; conocer las enseñanzas de los mitos y leyendas de la cultura clásica; mirar extasiados la belleza de una obra de arte; en fin, actuar bajo los lineamientos del respeto, justicia y pacifismo en nuestro proceder diario.
Padres y maestros no debemos olvidar la tarea de ser ejemplo, porque toda acción humana educa.