Por Rosa Bobbio Álvarez, profesora de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura
En la práctica docente universitaria –así como en las etapas escolares previas– se evidencia una notable disminución de las habilidades cognitivas fundamentales del alumnado.
Esto se manifiesta en la pérdida de la capacidad de atención sostenida, en la dificultad de escribir eficazmente y en la incapacidad para realizar una lectura profunda.
Este declive no solo afecta el rendimiento académico, sino que socava profundamente el desarrollo del pensamiento crítico, que es tan esencial para la vida.
Ante esta realidad, surge la pregunta: ¿a qué se debe que los estudiantes no comprendan en profundidad lo que leen, ni expresen con eficacia lo que piensan?
La psiquiatra M. Rojas (2024) atribuye este deterioro cognitivo a varios factores. En primer lugar, alude a las distracciones, tanto internas (por voluntad propia) como externas (una llamada, una notificación en el celular, etc.).
Al respecto, las investigaciones de la Dra. Mark, citada en Rojas (2024), concluyen que, a más distracciones, menos autocontrol y gestión de impulsos.
Sus datos son claros: pasamos 47 segundos en una página antes de pasar a la siguiente y nos cuesta casi 20 minutos recuperar la atención plena después de una interrupción. Estos resultados se ven reflejados en distintos contextos, y el ámbito universitario no es la excepción.
En segundo lugar, la multitarea es un factor determinante, ya que permite al cerebro obtener mucha información, pero le impide retenerla, organizarla bien –distinguiendo lo relevante de lo accesorio– y efectuar tareas con eficacia plena.
Frente a esto, la monotarea reclama su protagonismo, ya que valora la eficacia, la concentración y atención plenas, indispensables para el desarrollo cognitivo.
En tercer lugar, alude al escaso cultivo de la paciencia, virtud que consiste en controlar lo difícil, incierto e inesperado de la mejor manera, permitiendo un espacio para la reflexión y la espera.
En el ámbito educativo, la falta de paciencia suele manifestarse cuando los estudiantes enfrentan dificultades para resolver una tarea.
Mientras algunos reaccionan de forma impulsiva, otros logran mantener la calma y buscar alternativas de solución, lo que refleja la capacidad de “gestionar” su interior.
Como se ha señalado, la disminución de la atención es un fenómeno multifactorial. No obstante, creemos que este problema también se debe al uso excesivo y no regulado de pantallas.
Las pantallas nos han hecho creer que lo online es igual a estar conectados, cuando, en realidad, la verdadera conexión es la que facilita la interacción social y desarrolla la empatía.
Por lo tanto, la mejor forma de prepararnos para una sociedad digitalizada no proviene del mundo online, sino del mundo offline (Rojas, 2024), pues es allí donde se fortalecen las virtudes humanas que ninguna tecnología puede reemplazar.
En conclusión, el verdadero desafío actual no es tecnológico, sino humano, y se centra en aprender a gestionar nuestro yo en un entorno hiperconectado.
Por ello, educar hoy implica enseñar a los estudiantes a enfocar su atención en la monotarea para fortalecer su control interno y transformar el exceso de información en conocimiento significativo.
No se trata de rechazar la tecnología, sino de usarla con prudencia integrando el mundo virtual y el real, y evitar, así, que la rapidez digital le quite profundidad al pensamiento humano.











