No olvidemos la reforma política. La misión de este Congreso debía ser, principalmente, cumplir con el mandato popular dictado en el último referéndum. No obstante, la demagogia y el desencuentro entre Legislativo y Ejecutivo le han quitado espacio a los debates de fondo.
El Estado es una entidad política; es decir, la representación organizada de la nación, y se guía por conductas políticas: administrar los presupuestos del país, dirigir la lucha contra la delincuencia en pro de la seguridad y la vida de los ciudadanos, reconocer los derechos fundamentales de la persona y darles posibilidad de cumplimiento más allá de las declaraciones y procurar las condiciones para el desarrollo individual y colectivo. Nuestro Estado, debido a ciertas inactualizaciones, al surgimiento de nuevas coyunturas o la agitación de reclamos históricos, debe pasar por una necesaria y completa reforma.
Por lo pronto, los puntos de las reformas políticas, dados por este Gobierno, se están cumpliendo a medias. Queda mucho debate por delante, pero falta claridad mental para dar soluciones. Las urgentes transformaciones que la ciudadanía pide han sido secuestrados por una nueva versión de la política en la que es posible hacer de todo y sin límites ni vergüenza: legislar en contra de lo constitucional, dedicarse a limar detalles, priorizar la defensa de investiduras, etc., como si fueran temas trascendentales.
Mientras tanto, el país sigue perdiendo, no solo el tiempo, sino también las oportunidades de vivir en un mejor medio, más moderno, más de acuerdo con la idea de un país desarrollado. La corrupción, en el 2019, robó más de mil millones de soles. Dos hospitales tendríamos. Las reformas políticas de hoy y las que deberían continuar elaborándose, deberían apuntar a combatir con mayor eficacia esta enfermedad social que deja desprotegida a la población más vulnerable.
Nuestros congresistas todavía tienen tiempo para revisar y recomponer la prioridad de temas en el Parlamento, y hacer que se cumpla con la voluntad del pueblo que en las urnas pidió un cambio radical en la manera de conducir los destinos de la patria. De otro modo, corremos el riesgo de agudizar la crisis de poder.