Nuevamente nos vemos en la imperiosa necesidad de improvisar frente al azote del clima.

Seis años desperdiciados corren frente a nosotros mezclados con los ríos formados por la lluvia y la mugre urbana, y nos preguntamos: ¿dónde está toda esa inversión y todas esas partidas entregadas por la Autoridad Para la Reconstrucción de las que se dan cuentas en notas enviadas a éste y otros diarios? ¿Por qué todo ese dinero no se ve aún convertido en cemento, fierro y defensas?

Sencillamente, todo esto se debe a la desidia, a la falta de conocimiento y a la autocomplacencia de las autoridades de diverso nivel, desde los municipales hasta el nacional. Quien paga los platos rotos, lamentablemente, es la población, sobre todo los más pobres, los que ven sus precarias viviendas convertidas en indeseadas piscinas, las quebradas llenándose hasta superar el pánico y la lluvia convirtiéndose en otra forma de morir, como ha ocurrido en Tambogrande y Huancabamba.

La amenaza del ciclón Yaku -que podría traernos nuevas lluvias de extrema intensidad- nos pone a pensar: ¿es que no existe fórmula alguna para que Piura deje de ser inválido ante la naturaleza? Nuestras pasadas autoridades, lamentablemente, han creído que, como en las pesadillas o en los traumas, el olvido y la indiferencia son las mejores armas.

Nos merecemos respeto, no por alguna causa o accidente especial que nos ubique por encima de otros peruanos: nos merecemos respeto por el simple hecho de ser humanos y la sola invocación de nuestra humanidad debería bastar para que las autoridades atiendan con carácter de urgencia los trabajos de protección pendientes y el plan de manejo integral del río Piura.

Ahora, con las lluvias encima creando lagunas y ríos en las ciudades, y con la carencia de un sistema de drenaje para evacuar las aguas -algo básico-, nos preguntamos cómo hemos podido aguantar de ese modo durante tantas décadas, prácticamente bajo el asedio de la naturaleza, la falta de visión de quienes gozan de algún tipo poder en esta región y la indolencia de quienes piensan con trágica ingenuidad que el agua de lluvia mañana se evaporará con el sol y la vida volverá a ser la misma de siempre. Sí, la misma de siempre.

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