La desilución de los peruanos que se sienten en un callejón sin salida ante un Gobierno incapaz de manejar una de las peores crisis económicas, está generando un peligroso clima que, sumado al efecto de factores externos como la guerra, la crisis económica mundial y la escasez de fertilizantes, está convirtiendo al país en una olla de presión que empieza a dar preocupantes señales como el paro de transportistas de carga pesada anunciado para mañana.
Se inicia una semana de sobresaltos e incertidumbre para las familias que sufrirán un nuevo golpe a su economía frente a la indiferencia de un presidente que no sabe otra cosa que alzar el brazo y pronunciar discursos ininteligibles; pero además de sus yerros linguísticos y su descarada tolerancia a la corrupción (hasta ahora no deslinda de los prófugos Bruno Pacheco, Juan Silva y de sus sobrinos), debería preocuparnos el daño que, junto con el Congreso, le está haciendo a la democracia.
Las movilizaciones de mañana son motivadas por el incremento incesante del precio de los combustibles, pero también son señales de una progresiva indignación ciudadana, ante la destrucción del sistema democrático causado por el Ejecutivo y Congreso, empeñados en llevar al país a un trecho en el que se impone la ley del más fuerte, sin importarles destruir el Estado de derecho.
Mientras Castillo intenta blindarse ante las investigaciones como cabecilla de una red criminal, según el Ministerio Público, el Congreso pesca a río revuelto y erosiona la institucionalidad con leyes con nombre propio.
Este desolador panorama emerge ante una sociedad cansada y agobiada porque se le prometió reactivación económica y lo único que se le da es ataques a la inversión privada y a la posibilidad de generar empleo digno.
Con un Gobierno inepto y manchado como el actual, el país no solo está destruyendo su precaria democracia; con leyes promovidas desde el Congreso abiertamente orientadas a debilitar los siguientes proceso electorales y el Estado de derecho, lo único que puede esperarse a corto y mediano plazo es un “remedo” de democracia. Con este Congreso y Ejecutivo, el país está cerrándose a sí mismo la posibilidad de vivir civilizadamente en los próximos años.
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