Al cierre de nuestra edición impresa la noche de ayer, el Congreso seguía debatiendo los proyectos de adelanto de elecciones. Afuera, en las calles, un sector enardecido de la ciudadanía aguarda una respuesta política.
No quieren tratar con la muralla militar con que Dina Boluarte ha decidido proteger a las instituciones.
De ser posible, las masas quieren hablar con Dina a pesar de que esto no será posible porque nadie podría garantizar la integridad de la presidenta.
Sin ir a un caso hipotético tan extremo, como el de la mandataria dialogando directamente con las turbas, nos damos cuenta que este movimiento a favor de las elecciones anticipadas, asamblea constituyente y reposición de Pedro Castillo en la presidencia, no busca negociar, sino imponer; sin buscar debatir con las autoridades una salida mejor a la crisis, la marea humana rebelde tendría nombre (o nombres).
Nadie sabe quién está detrás de las marchas y los bloqueos. No vemos a nadie reivindicando la autoría de la paralización de ocho regiones. De esa manera no se puede negociar.
Los manifestantes dicen que las autoridades los “terruquean”, que les ofrecen la otra mejilla sucia de camuflaje y se aprovecharán de tener el monopolio de la fuerza para imponer la “dictadura de clase”. Es verdad que no se puede afirmar que todos los alzados son delincuentes terroristas, pues un enorme número marcha y esquiva bombas lacrimógenas con el único afán de ser oído por quienes dicen representarlos. No obstante, nada se puede avanzar si los marchantes no escogen voceros.
Otra cosa que es necesario resaltar es que los acuerdos a los que se pudiera llegar no nacerán de la buena fe (que es la racionalidad popular). La que debe primar es la racionalidad política, la que se sustenta en las leyes, la que explica las soluciones dentro del escenario jurídico, porque ésa es la manera de actuar dentro de una democracia. Recientemente, un presidente mediocre y falso maestro intentó incendiar el sistema político peruano para escapar de las manos de la justicia. Recurrió a los dolores no curado de dos centurias para inflamar el pecho y el odio de un sector de la ciudadanía. ¡Tanto para un mezquino fin! Sin embargo, el profesor preso no actuó solo. Hay rostros en las sombras que deben ser expuestos.
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