Piura, al garete. Así nos encontramos, cuando se multiplican los infectados y aparecen los cadáveres sin que sepamos exactamente cuántos se deben al COVID-19 y cuántos a otras causas.
La falta de información solo provoca paranoia, confusión y otorga credibilidad a las redes sociales que a diario nos nutren del veneno del dato no corroborado.
La situación amerita que el Comando COVID-19, la promesa que el Gobierno nos hizo la semana pasada, aparezca, se instale y comience a ordenar la situación. ¿Por qué no está aquí la exministra y lideresa de la iniciativa gubernamental, Pilar Mazzetti? ¿Por qué el Gobierno Regional no insiste en que dicho comando se instale? ¿Porque no lo encabezará, porque no será el protagonista de la gesta? ¿Qué protagonista puede ser quien durante esta y las crisis pasadas escondió la cabeza como un avestruz? ¿Cómo pueden ser protagonistas las autoridades locales que solo aparecen para la foto y no pueden, ni siquiera, controlar el recojo de basura ni la limpieza de las veredas?
Pero harían bien si, dejando de lado sus afanes más propios, piden que de una vez por todas se instale esta representación del Minsa y se defina la situación de los médicos (combatientes desprotegidos) y del hospital COVID-19 (¿será siempre el alicaído Santa Rosa, o el Cayetano Heredia?).
Con coronavirus o sin él, Piura sigue demandando lo mismo: autoridades que saquen la cara por los intereses de la región, no lo de siempre, no más de lo mismo.
La ciudadanía, en tanto, debe colaborar acatando las medidas dictadas por el Gobierno, guardar las distancias reglamentarias, identificándose cuando se lo solicita. No hay reyes ni personalidades ni famosos ni privilegiados en esta etapa. Si algo ha demostrado el coronavirus es que
nuestras diferencias sociales, económicas o laborales son simples ficciones: la enfermedad nos puede atacar sin pedirnos el DNI.
En el futuro, la solidaridad debe ser uno de los valores más cultivados, y se impone una época en que la tecnología podría ayudarnos a preservar nuestra salud. La educación ya no puede ser el adorno de la persona que pueda pagarlo, sino un derecho.
El agua, las comunicaciones y todo cuando ayude a reeducarnos como seres humanos, pasarán a ser verdaderos artículos de primera necesidad. Sigamos cuidándonos.