Es probable que una prolongación de la cuarentena, como propone el Colegio Médico del Perú y evalúa el Ejecutivo, tenga un duro efecto sobre la psicología de miles de personas que cuentan los días para retomar sus actividades con normalidad.

Lo que no advierten estos ansiosos ciudadanos es que estamos lejos de haber logrado las metas sanitarias, en parte porque esta crisis cogió a nuestro país desprevenido, poco preparado, con servicios de contención insuficientes… y la población sigue renuente a colaborar.

Piura, ha destacado el propio presidente por tercer día, es una de las regiones que más a la ligera se toma estas medidas de fuerza mayor.

Si esa es la situación, levantar el aislamiento social y reabrir todos los espacios de reunión, incluidos los templos, podría ser contraproducente y llevarnos a una situación como la de Italia o España, aunque sin la capacidad de respuesta médica de los dos países mencionados.

¿Queremos pasar por ello? La respuesta racional es, no. Sin embargo, la posibilidad de una ampliación de la cuarentena nos obliga a rearmar el rompecabezas del país.

Vivimos en un país donde el 20% de nuestros compatriotas debe diez veces su sueldo a diversas entidad financieras, las mismas que no son muy piadosas al sancionar las moras.

Los hogares peruanos deben, en promedio, 22.300 soles. ¿Qué pasará con aquellas familias que dependen de ingresos diarios para subsistir? ¿Seguirán recibiendo el bono de 380 soles? ¿Qué pasará con los bancos que no podrán recuperar sus deudas por un tiempo indefinido?

La vida y la salud, definitivamente, no deben ser socavadas por la economía -que hoy ha quedado en entredicho como ciencia, ¿o es la mano invisible la que obliga a los comerciantes a subir de manera abusiva sus precios en perjuicio de las familias peruanas? ¿Es la codicia un “indicador”?-, pero es necesario que el Gobierno dé salidas para estas preocupaciones que se incrementan peligrosamente.

El Estado, así también, debe garantizar -como ya lo está haciendo- la preservación de la salud mental.

Si somos disciplinados, si somos capaces de guardar las maneras durante la emergencia, es posible que podamos detener el crecimiento del coronavirus, como ya lo logró China, cuna de esta crisis mundial.