Poco más de ocho meses después de que muriera en China la primera persona por COVID-19, el mundo se acerca al millón de muertos por esta letal enfermedad, sin que se sepa con certeza cuándo será controlada.

Después de echar a andar sus actividades económicas, numerosos estados como España, están retrocediendo al encontrarse con preocupantes rebrotes. Alertadas por estas amargas experiencias, diversas naciones intentan sacar enseñanzas para no caer en los mismos errores. Algunas lo logran, otras no. En fin, la palabra planificación ha desaparecido de las oficinas de instituciones públicas y empresas privadas; y es que hasta las mejores estrategias para la reactivación económica pueden venirse a tierra mientras el virus siga circulando y los gobiernos no entiendan que el virus vino para quedarse.

Pero si bien sigue la incertidumbre sobre cuándo el mundo derrotará al coronavirus y no hay fecha precisa para el inicio de la aplicación de vacunas, por lo menos en el Perú y con la seguridad y eficacia esperadas; la buena noticia es que no es necesario sentarse a esperar ese gran día, para empezar a ver luz al final del túnel.

Hay países que ya le están ganando la guerra al virus. Uruguay, por ejemplo, en ocho meses de pandemia solo registra 1.759 casos de infectados, 45 de muertos y 1.484 de recuperados. Estas cifras comparadas con los 800.142 casos confirmados en nuestro país (nos acercamos al millón), 32 mil 142 fallecidos y 657.836 recuperados, se ven insignificantes solo comparables a la data de una región. Hasta Piura tiene más contagios y muertos que todo Uruguay.

¿Como logró este país lo que incluso las potencias no pudieron? Con toda seguridad, no con promesas y medidas populistas como las del Congreso. Aplicaron escrupulosamente la meritocracia para seleccionar a los encargados de dirigir las estrategias sanitarias. Mientras en Perú se le sigue poniendo trabas al desarrollo de pruebas, ellos se avocaron a obtener un test de PCR para controlar el avance del contagio, sin depender de otros países.

EE.UU., a pesar de disponer de una ingente capacidad tecnológica y científica falló en el control por culpa de la política; Uruguay en cambio se cuidó mucho de que esta no interfiera en lo sanitario. Estos dos ejemplos deberían llevarnos a reflexión en Perú. ¿Que dirán los candidatos?