Los piuranos no nos sentimos seguros ni en las calles ni en nuestras casas. En lugar de las mejoras prometidas en cada mensaje presidencial y en cada campaña electoral, el nivel de inseguridad en el país no ha dejado de crecer en los últimos años. Hasta abril de este año, según una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), el 75 % de ciudadanos se siente muy inseguro y teme ser víctima de un asalto. Solo el 7% de encuestados manifestó sentirse muy seguro en la zona en la que habitan.
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Según el INEI, las cifras de crímenes que se tenían antes de la pandemia están volviendo debido precisamente al retorno a la normalidad y a diversos males que está dejando la crisis sanitaria y económica como el desempleo. Entre setiembre de 2022 y febrero de 2023, el porcentaje de jóvenes mayores de 15 años que fueron víctimas de estos delitos aumentó de 23,2 % a 23,9 % (un aumento de 0,7 %)
Los delitos más cometidos en el país son hurto agravado, robo agravado, extorsión, secuestro y ciberdelincuencia. Si bien la inseguridad es un problema nacional, lamentablemente debido a la marcada visión centralista del país, la peor parte la llevan las regiones.
Por graves que sean los delitos, si no ocurren en Lima, o no aparecen en televisión nacional, no se les da la importancia ni el sentido de urgencia que merecen. En cualquier país emergente, los niveles alarmantes a los que ha llegado el sicariato y la criminalidad en la región serían un escándalo nacional y habrían motivado estrategias excepcionales para proteger a la población. Acá no pasa nada.
Ya son 87 los crímenes perpetrados en lo que va del año en la región y ni el Mininter ni la Policía reaccionan con alguna medida enérgica como corresponde. Las calle siguen siendo inseguras por falta de operativos masivos; la Policía sigue escudando su ineficiencia en la falta de efectivos y de patrulleros; los afectados por los delitos cada vez denuncian menos porque desconfían de la Policía; en tanto -como señala uno de los especialistas en nuestra edición de ayer- los delincuentes atacan con más fuerza porque sienten que no hay quién salga a enfrentarlos en la calle.
Esto último ocurrió el último domingo frente a la feria gastronómica “Somos Piura”: Un ladrón apunta a su víctima atrapada en el tráfico, los testigos gritan horrorizados. El ladrón apunta a varios lados y sigue robando, sabe que mientras esté armado, nadie lo saldrá a enfrentar. Así está Piura, sola a merced del hampa.