Pocas semanas antes del “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”, un sujeto con evidente conducta violenta asesinó a una joven maestra en Sechura, presumiblemente cuando ella se negó a continuar con él una relación sentimental, a todas luces, malsana y tóxica.
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De acuerdo a las primeras investigaciones, hasta el momento el exenamorado, detenido ayer en la madrugada, era el presunto autor, aunque todavía no se descarta que tuvo uno o más cómplices. Sin embargo, de la misma manera como nada -ni los veinte años de cárcel que se le impondría al feminicida- le devolverá la vida a la docente de inicial, la enfermedad extendida en nuestra sociedad, esa cultura de violencia que tiende a normalizar hasta los delitos más execrables, no se curará con simplemente escandalizarnos y seguir con nuestras vidas.
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La responsabilidad de ese cáncer cada vez más complicado llamado violencia contra las mujeres, es compartida por todos los que forman parte de esta sociedad, desde los padres que se niegan a compartir su tiempo con sus hijos, a jugar, divertirse y solucionar problemas en forma pacífica; hasta las autoridades del Estado que dicen combatir la violencia contra las mujeres pero se contradicen haciendo campañas que no rinden fruto o emitiendo leyes, decretos o sentencias a favor de los maltratadores.
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Aplicar la justicia es solo una parte de la medicina; la otra es la prevención. Se ha dicho hasta la saciedad que la pandemia y las crisis de todo tipo han incrementado los casos de violencia: Defensoría ha registrado en el país 392 notas de alertas de niñas, adolescentes y mujeres desaparecidas, pero en las comisarías se sigue restando gravedad a estos casos, como acaba de ocurrir en Sechura.
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Ciento dieciocho feminicidios ocurrieron en lo que va del año en el país y aquí no se incluyen los no denunciados ni los maltratos, acoso, tocamientos o violación consumada, pero callados para “mantener la buena imagen” de familia, colegio o institución donde se comete el delito, o porque las víctimas desconfían de la eficacia de las instituciones. ¿Cómo confiar si al acudir a denunciar, la autoridad no cree que sea grave? Solo cuando se apueste por cambiar patrones erróneos y se promueva en las familias y en la sociedad una vida libre de violencia, Piura dejará de ocupar los primeros lugares en maltratos a la mujer.