El principal temor de quienes critican al Gobierno por volver a imponer la inmovilización social obligatoria los días domingos desde este 16 de agosto, es que la polémica medida logre lo contrario de lo que busca: que en lugar de revertir el preocupante rebrote, convierta los sábados y lunes en días de alta propagación del virus, debido a la gran concentración de personas en mercados, supermercados y farmacias.

No les falta razón y también es válido el argumento de los empresarios y emprendedores que han salido a reclamar por una posible disminución de ventas que sufrirían sus negocios, cuando ya empezaban a levantarse.

Sin duda estas reacciones están siendo recogidas por el Gobierno y seguramente le motivarán para hacer los ajustes necesarios. La pregunta es: ¿qué va a pasar si en dos semanas no ha bajado la velocidad del contagio? ¿Volverá a cometer el error de basar toda la estrategia sanitaria en la inmovilización obligatoria?

Sería una gravísima equivocación seguir practicando algo que si bien fue efectivo en los primeros meses de la emergencia, no solo dejó de funcionar, sino que incrementó el contagio, debido a que gran parte de la población dejó de acatar por la necesidad de salir a generar ingresos o simplemente porque encerrar a la gente dejó de ser eficaz, precisamente por la aglomeración generada.

Sin duda las circunstancias han cambiado. La economía no soporta más cuarentenas totales, y a la vez si no se controla el COVID-19 es imposible reactivar el comercio, las industrias, la construcción, etc.

Frente a este complicado panorama, lo bueno es que el Gobierno por fin aceptó que las cifras de contagio son adversas, llamando a la unidad de los ciudadanos y autoridades para poner fin al “relajo” de las medidas sanitarias. Sin embargo, preocupa las señales de improvización como repetir aquello que no funciona, o incoherencias como esperar cinco meses de pandemia para recién alertar al público que no es recomendable usar alcohol de 96.

Los siguientes días son claves, para que echando mando de las leccion aprendidas en la primera fase de la pandemia, cada paso o medida que se aplique esté sustentado en la ciencia, en opiniones de los colegios profesionales y en aquello que sí ha funcionado en otros países. Gobernar solo en función de la presión social puede ser fatal.