El director del área médica del Hospital San Juan de Dios advierte que uno de cada cinco piuranos padece algún problema de salud mental.
El porcentaje (20%) puede ser, sin embargo, engañoso debido a que muchos pacientes o personas que van por la vida sin un diagnóstico hacen grandes esfuerzos para parecerse e integrarse a la masa neurotípica, los “sanos”, los “normales”, y muchas veces este enmascaramiento resulta éxitoso, aunque el costo a largo plazo sea la profundización de las psicopatologías, la acumulación de estrés y la dificultad de alcanzar una recuperación plena.
¿Por qué una persona aquejada de un problema mental, a pesar de experimentar sufrimiento, intenta negarlo ante los demás? Porque existe un grave desconocimiento de las enfermedades psicológicas y una tendencia a calumniar aquello que no llegamos a comprender.
Es más fácil motejar de “loco” o “psicópata” a quien no podemos -ni queremos- ayudar. Pero este descuido, este abandono no solo ocurre a nivel de individuos o colectivos: también es la conducta habitual de las instituciones que no creen importante trabajar en la salud mental ni en la inclusión social de los afectados por estos problemas. Ejemplo de esto es que el GORE no haya asignado siquiera el 1% de su presupuesto a trabajar con las personas discapacitadas (recordemos que enfermedades como el trastorno afectivo bipolar, la depresión en sus muchas variantes, algunos tipos crónicos de afecciones de ansiedad, la esquizofrenia y más también son consideradas discapacidades).
Es que las instituciones, el Estado y su aparato burocrático -al igual que muchos trasnochados en las escuelas, las oficinas, los bancos, las universidades, los templos, etc.- piensan que la ansiedad se cura con agua de tilo y que la depresión es majadería.
La pandemia nos recordó aquello que nos negábamos a admitir: que la salud es un tema universal y que el bienestar, ya sea colectivo o personal, debe ser prioritario en cualquier agenda. Precisamente ahora, cuando la información ha permitido que muchos “neurodiversos” planteen su propia plataforma de empoderamiento, es preciso reponer a la salud en la cima de los asuntos pendientes. Nuestra región ha sido una de las más golpeadas por la violencia, la crisis económica, la COVID, los fenómenos climáticos, etc., y por ello es más necesario que la política sea contención, integración y respeto por los demás.
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