Hace seis años que estamos hablando de la reconstrucción de Piura. En realidad, es más. Han pasado 40 años que un evento El Niño nos azotó con furia. Luego, han sucedido otros y siempre se habla de reconstrucción, pero seguimos más vulnerables que antes, pese a todo lo invertido.
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Después de El Niño costero del 2017 nos prometieron otra reconstrucción. Esta vez, sería con cambios, ya no como las anteriores. Es decir, las obras serían definitivas y podrían tener doble propósito. Al cabo de unos años seríamos una ciudad menos vulnerable, podríamos lidiar con El Niño y los costos sociales serían menores.
Lamentablemente, todo eso ha sido una falsa. Nuestras autoridades locales y regionales se enfrentan a un monstruo de decenas de cabezas que entre ellas se pelean por manejar el dinero de todos los peruanos. Mientras, desde el Ministerio de Economía le aseguran a los alcaldes y gobernadores que darán dinero para las cuencas ciegas, la ministra de Vivienda, Hannia Pérez de Cuéllar, dice que no. Que no hay recursos suficientes y por lo tanto nos ofrece instalar motobombas y electrobombas para sacar el agua. Las electrobombas no funcionan en un evento lluvioso. Olvida la ministra que lo primero que se corta cuando llueve de forma torrencial es la energía eléctrica. Y cuando hay una inundación grande como las de Piura, por precaución se corta el fluido eléctrico a toda la zona.
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Con las motobombas sucede lo mismo. Los piuranos sabemos que estos equipos funcionan con petróleo, el que siempre falta cuando hay que poner en marcha los equipos. La propuesta piurana de instalar piscinas colectoras para que el agua de lluvia se almacene bajo la pistas o sardineles tiene por propósito evitar la inundación de las viviendas. Con las electrobombas y motobombas, primero se tiene que acumular el agua, formarse una laguna, es decir inundarse la zona para que entren en acción. Esta es la reconstrucción que nos están dando. Más de lo que ya hemos vivido y Piura, no lo merece.