Lamentablemente, los intentos del Gobierno por conjurar los paros de transportistas, trabajadores del campo, etc., no han dado resultado. El Ejecutivo, sencillamente, no tiene mucho que ofrecer a los trabajadores del país: el mundo sufre las consecuencias de la guerra en Europa y la crisis alimentaria y energética, fenómenos ante los cuales Palacio y el Consejo de Ministros han mostrado una escandalosa carencia de reflejos e inteligencia para diseñar políticas paliativas.
Muchos se preguntarán qué habría podido hacer un país como el Perú, situado para muchos en la periferia del mundo desarrollado, para contener el alza de los combustibles y la falta de fertilizantes. Habría que aclarar previamente que nuestro país no es un mero observador del acontecer mundial, sino que es un actor decisivo en América Latina y un socio importante de las economías de Asia-Pacífico que ha tenido la oportunidad de renegociar con sus pares la compra de los elementos necesarios para asegurar la labor agrícola.
En cuanto a los combustibles, la crisis no empezó ayer. España ha conseguido blindarse ante una crisis energética que la guerra Rusia-Ucrania ha agravado, pero que ya se veía en 2021. En vez de dedicarse a nombrar a ministros con prontuario, ¿por qué no se empezó a extender la red de GNV? La guerra nos habría encontrado en mejores condiciones y con alternativas baratas para que el transporte siga funcionando. Nuevamente, esto es consecuencia de la falta de reflejos políticos, pero siendo justos también es una herencia ominosa de las administraciones pasadas.
Ahora es importante que el Ejecutivo continúe dialogando y también es importante que los sectores que se dicen afectados por la crisis no muestren mayor intransigencia y contribuyan a hallar soluciones en vez de agravar la desesperación de las familias. Los sueldos ya no alcanzan, las verduras han subido de precio enormemente, los combustibles se venden a precios exorbitantes y la cadena nacional de transporte y suministros se ha quebrado; muchos niños dejarán de estudiar por quién sabe cuánto tiempo debido al temor que ocasionan los paros. ¿Es posible que los agraviados directamente por esto puedan darse la mano y piensen juntos en una salida? Más allá de la ira, hay una responsabilidad colectiva.
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