La izquierda peruana cree que su jugada a dos cachetes, su renovada versión de la “escopeta de dos cañones”, será percibida positivamente por la población, y la derecha pretende decirnos que la elección de la Mesa Directiva será la consagración de la paz política. Ello nos demuestra que los compromisos son palabras vacías en el Perú y que la relación de los partidos con su militancia y sus simpatizantes supera el utilitarismo y roza la perversión. Un juicio más benévolo sentenciaría que los partidos son inimputables pues están fuera de la realidad. 

Sin embargo, el juego político no puede llevarnos a calificar con benevolencia a nadie, ni al supuesto oficialismo ni a la pretendida oposición, por la sencilla razón de que la política supone cálculos y no se fabrica siguiendo impulsos o corazonadas. Incluso los más nobles personajes de nuestra historia jamás actuaron movidos únicamente por sentimentalismos, sino por una visión racional, idealista quizás, pero lógicamente convencida de su presente. Grau hablamos de su faceta de político, no del héroe fue, por ejemplo, un liberal decimonónico que creía con prodigiosa lucidez en el imperio de la ley.

PUEDES LEER ? Editorial: Intervención de EPS Grau solo es un parche

Tres años fue Grau diputado por Paita, tres años antes de la infausta guerra en la que perdería la vida y ganaría la palma del martirio patriótico, y en ese periodo no dejó que sus aficiones políticas quedaran atrapadas en algún cajón ideológico, en un fanatismo inútil o en un desvergonzado oportunismo. Grau bregó desde su escaño por la mejora salarial del personal subalterno de la Marina y clamó por las demandas ciudadanas de Paita. Es imposible imaginar a Grau aliándose con algún trasnochado gutierrista o con el militarismo siendo él mismo militar. No obstante, ni siquiera Grau es capaz de escapar a un juicio histórico y social objetivo, pero saldría absuelto y su reconocimiento como verdadero héroe social sería prueba y consecuencia de su bonhomía. 

Por el contrario, nuestros derechistas y nuestros izquierdistas saldrían jalados si fueran sometidos al escrutinio de la sociedad y de los tiempos. Pasaron de ser encendidos polemistas, con más decibeles que razones, a ser cohabitantes de una covacha política en que reina la precariedad moral, y se extrañan el honor y la coherencia. Que la elección de la Mesa Directiva nos abra los ojos.