El MEF vuelve a poner sobre la mesa la posibilidad de subir el sueldo mínimo. No sorprende que en épocas de crisis política regalar dinero sea una manera de congraciarse con las masas y constituir un poder paralelo al de las instituciones políticas.
Técnicamente, no hay demasiados argumentos para rechazar un posible aumento, pero sí es posible desentrañar los cálculos del Ejecutivo, nada humanitarios, si observamos los hechos de la última semana, los que parecían desembocar en una crisis de gobernabilidad mayor. Al momento de escribir estas líneas, la amenaza de una posibilidad de vacancia presidencial, el destape de las actividades corruptas y depravadas de algunos ministros y la incapacidad de convocatoria de un Ejecutivo desgastado políticamente, hacen difícil que podamos hablar de una tregua suficiente para que el presidente Pedro Castillo y el gabinete de Mirtha Vásquez puedan reorientar su política. T
ampoco parece que el Gobierno tenga mucha voluntad de abandonar ciertas posturas extremistas y otras que carecen de toda lógica en el ajedrez político. ¿Es, en ese sentido, el aumento del sueldo mínimo otro reflejo de la desesperación de Castillo y su cohorte para evitar su expulsión del poder, esta vez comprando a los más necesitados?
Hay dos caminos que podríamos evaluar como válidos en esta difícil coyuntura: el primero es el de la pasividad, ser testigos inmóviles del derrumbamiento de la prosperidad macroeconómica de los últimos 20 años y la posibilidad de que esa riqueza sea mejor repartida con una administración inteligente que no cierre las puertas a la inversión y que promueva la idea de que el Estado no puede proveerlo todo, sino con apoyo del estratégico sector empresarial.
Este es el camino de la pasividad irresponsable de los que se quejan pero no toman parte activa en la lucha política -una lucha totalmente válida y necesaria-. También tenemos el camino del involucramiento en la vida de nuestro país, el de la participación, el de instrucción política y económica para comprender que no existen almuerzos gratis en este mundo, que todo cuanto tenemos, incluso los servicios que se promocionan como “gratuitos” y “libres”, son pagados por la ciudadanía o por los grandes tributadores. Esta es la vía de los que ven más allá de una promesa gubernamental.