Desde este matutino no dejaremos de insistir en la importancia de que el Gobierno se preocupe por generar optimismo y confianza en la población, tan necesarios en estos momentos, en lugar de dar mensajes contradictorios que lo único que hacen es proyectar la imagen de un Estado debilitado que o ha equivocado el rumbo o “tiró la toalla” en la lucha contra la pandemia y la crisis económica.
Para el premier Walter Martos, la tarea del Gobierno es abocarse a la pandemia, es decir primero la salud, luego salir de la crisis económica, porque “no podemos reactivar la economía si vemos que la gente se está muriendo”. Solo pocos días antes, el mismo Martos había dejado entrever en su discurso ante el Congreso un equilibrio en la lucha por conseguir ambos desafíos.
Es innegable el cambio de discurso del Ejecutivo, además, si se compara la presentación del expremier Pedro Cateriano y la del actual Walter Martos. En el primero, bajo la lectura del Congreso y otras voces especialmente del sur del país, el Ejecutivo había descuidado la salud priorizando lo económico, en especial la minería. Para muchos, con su mensaje -y supuestamente por ello no se le dio la confianza-, Cateriano admitió un descuido estatal respecto la gravedad de la pandemia.
El problema con estos giros respecto a las prioridades del Gobierno, es que generan incertidumbre entre los ciudadanos que esperamos coherencia de quienes llevan las riendas del país.
Son tantas las contradicciones en los discursos y en los hechos, que Defensoría del Pueblo ha cuestionado por ejemplo el regreso a la inmovilización obligatoria dominical porque ya se probó y fue fallida, además le ha pedido en una carta enviada al primer mandatario, reenfocar la estrategia de la lucha contra la pandemia y sus efectos colaterales.
Otro problema es la falta de una adecuada estrategia de comunicaciones. No solo se advierten estrategias erróneas que generan preocupantes reacciones en los líderes de los diversos sectores , sino que los asesores en comunicaciones no son capaces de detectar los problemas, permitiendo que el discurso del Ejecutivo siga reflejando contradicciones, falta de solidez en los anuncios e indicios de poco control de las capacidades del Estado.