El aislamiento decretado debe convertirse en un espacio de recuperación no solo física, sino también espiritual.
Sin embargo, a pesar de esto, algunas personas parecen divertirse haciendo circular noticias falsas -las famosas fake news-, videos de supuestos eventos violentos, “saqueos”, noticias de más y más casos a solo dos pasos del barrio, etc.
¿Es que no aprendemos, ni siquiera mediante el miedo, que hay situaciones que exigen nuestra entereza y cordura? Tenemos que contribuir con nuestra mejor disposición en la lucha contra el coronavirus.
No podemos inundar las redes con este nocivo material que podría provocar situaciones lamentables. Recordemos que el 20% de nuestra población padece de un transtorno del ánimo, como la depresión, y noticias impactantes o de carácter fatalista podrían ocasionar una crisis irreparable.
Esto ocurre, principalmente, en el ámbito personal. Si hablamos de masas aterradas por estas maldades disfrazadas de noticias, los resultados podrían ser de creciente escala y conducir a robos, enfrentamientos y hasta protestas irresponsables en los actuales momentos.
Una sociedad embargada por la desconfianza está en peligro de convertirse en un regadero de pétalos y valores muertos.
Por supuesto, los actos irresponsables no se limitan al uso irresponsable de la tecnología y los medios informativos: resultó vergonzoso ver en algunos parques de Piura a improvisados equipos de fútbol jugando un partido en plena emergencia.
¿Dónde estuvieron las autoridades encargadas de imponer las órdenes dadas por el Gobierno? ¿Dónde está el espíritu cívico que debe guiar nuestras acciones en estas dramáticas circunstancias? Nos falta cultivar la empatía, dirán algunos.
Nosotros creemos que nos falta educación cívica, comprensión de que somos parte de una sociedad, que la necesidad de sobrellevar esta crisis nos obliga a posponer nuestros hábitos, nuestros intereses -incluso nuestras informalidades cotidianas- porque nuestra salud está en juego.
Esperamos que las situaciones que hemos señalado como lamentables puedan ser eficazmente controladas durante los días restantes por la Policía y/o, si fuera necesario, por las Fuerzas Armadas.
Tenemos que aprender a ser un país… un país que, por quince días, se quede en sus casas.